Un llamado a recuperar el sentido de humanidad en tiempos de COVID-19 y trabajo en casa»

CARTA ABIERTA EN CUARENTENA A LA DEFENSORA REGIONAL CALDAS Desde la Declaración de Virginia en 1776 nos dijeron que todos somos iguales, pero sólo ahora esto se hace realidad. ¡Qué ironía!, una pandemia nos hizo iguales, porque si algo tenemos en común los humanos es la fragilidad de nuestra existencia y por eso tenemos que entender que aquí no nos salvamos solos, que dependemos los unos de los otros para sobrevivir. A la fuerza hemos venido entendiendo que la solidaridad es la que nos va a salvar, no el dinero, ni las armas, ni el poder, es el sentido de humanidad y la solidaridad lo que nos salva. Pero además también el derrumbe del antropocentrismo, porque es necesario entender que no sólo nos necesitamos y nos tenemos que cuidar entre los humanos, sino cuidar los otros seres vivos y las otras especies vivas.

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Texto completo en PDF: CARTA A LA DEFENSORA

Manizales, 25 de marzo de 2020, 2:48 a.m.

CARTA ABIERTA EN CUARENTENA A LA DOCTORA YAZMÍN

 

“Nos encontramos ahora mismo en el centro mismo de ese vacío, casi mudos, balbuceantes, aterrorizados, pero con la saludable impresión de que se han derrumbado en pocos días todas las certezas”.

(La crisis del coronavirus: “ESTÚPIDEZ”, Juan Cárdenas, Diario El País, marzo 20 de 2020).

Doctora Yazmín[1]:

Como estoy desvelada, me senté a escribirle esta carta. Creo que el detonante para expresarle muchas cosas que he venido pensando y sintiendo fue la reunión de ayer con el anuncio suyo, que “tenemos un foco de contagio en la Defensoría del Pueblo”, al parecer con la esposa de un Defensor Público, de un caso sin confirmar y que es necesario esperar 5 días para conocer el resultado de la prueba de coronavirus. Esto y la forma como transcurrió esta reunión y como han venido transcurriendo las anteriores y la relación laboral, no sólo me dejó muy preocupada sino muy, pero muy molesta. Pero después de desbordarme entendí que esos estados alterados deben transformarse, entonces me tranquilicé, respiré profundo y pensé que mejor iba a escribir, aunque no pensé que lo fuera a hacer a esta hora.

No quiero calificar ese anuncio que a muchos nos dejó preocupados y que creo fue la clausura perfecta de un día laboral caótico y lleno de tensiones para muchos de nosotros. En primer lugar, algunos tuvimos que ir a la oficina en un día donde se incrementó el peligro de contagio por la cantidad de gente que salió, porque sabíamos que, en otros países, el día anterior al inicio de la cuarentena fue el pico más alto de contagios. En la oficina todos estuvimos preocupados y salíamos y entrábamos de las oficinas haciendo lo que teníamos que hacer lo más rápido posible para cumplir con la hora que usted nos asignó y la verdad, yo me sentía como volada, ya no de la oficina sino de la casa. Cuando llegamos a las casas nos fuimos reportando, creo que casi disculpándonos por la demora, sólo nos faltó decir: «que pena estaba en la oficina».

Cuando nos conectamos de lo primero que nos enteramos fue de su molestia porque algunos compañeros no le contestaban y la verdad no sé qué se imaginaba, porque debería tener la certeza que no estábamos tomándonos una cerveza en Chipre, aunque nos hubiera gustado. Doctora, a veces la gente no contesta a la velocidad que usted quisiera porque aun estando en casa está ocupada, con un informe para el que necesita concentración o porque está desarrollando cualquier actividad de trabajo o acompañando a los hijos y a las hijas en sus tareas virtuales o porque simplemente no escucha el timbre de la llamada por la aplicación que estamos usando.

Usted hizo ese anuncio ya terminada la reunión, así, como quien dice, «ve, está lloviendo», y lo dijo así porque no le preocupa ni le importa ninguna de las personas que estábamos ahí, porque usted nos ve más como máquinas de hacer informes y de cumplir órdenes, que como personas y seres humanos, porque no le importa nuestra salud mental en estos momentos y eso que apenas estamos empezando. Doctora las reuniones en este contexto no pueden ser las mismas reuniones que hacemos cada mes y que son calcadas unas de otras. En el marco de una pandemia, donde estamos acumulando tanta tensión, las reuniones virtuales deben tener un tono más considerado y respetuoso y alejado de amenazas, intimidación y matoneo.

En el desvelo, escuché en la radio las recomendaciones que expertos de la salud mental en Colombia, están haciendo para que con el trabajo en casa, no resulte peor el remedio que la enfermedad, pues se afectan al mismo tiempo los espacios en los entornos de la vida familiar.

Al menos en la oficina nos veíamos y nos tomábamos un tinto, y podíamos intuir en la expresión del rostro y los ojos, el estado de ánimo y hasta el estado de salud de la compañera o el compañero, entonces aprovechábamos para ir al piso 8 a tomarnos un café y poder conversar un momento mirándonos a los ojos. Pero ahora no, no sabemos cómo están, qué les preocupa, cómo se sienten, cuáles son sus temores, qué los motiva y anima.

Estamos ante una pandemia global, el COVID-19 nos interpela como humanidad. Una pandemia, que está afectando a 185 países con más de 417.000 casos y 18.700 muertos, cifras que se están modificando en este mismo momento y que vino a recordarnos nuestra vulnerabilidad y finitud. El COVID-19 nos está haciendo entender que las prioridades tienen que cambiar si queremos sobrevivir como especie humana, pero en armonía con otros seres vivos y con la vida misma expresada en todas sus formas.

Desde la Declaración de Virginia en 1776 nos dijeron que todos somos iguales, pero sólo ahora esto se hace realidad. ¡Qué ironía!, una pandemia nos hizo iguales, porque si algo tenemos en común los humanos es la fragilidad de nuestra existencia y por eso tenemos que entender que aquí no nos salvamos solos, que dependemos los unos de los otros para sobrevivir. A la fuerza hemos venido entendiendo que la solidaridad es la que nos va a salvar, no el dinero, ni las armas, ni el poder, es el sentido de humanidad y la solidaridad lo que nos salva. Pero además también el derrumbe del antropocentrismo, porque es necesario entender que no sólo nos necesitamos y nos tenemos que cuidar entre los humanos, sino cuidar los otros seres vivos y las otras especies vivas.

El que trabajemos en la Defensoría del Pueblo con Derechos Humanos y con el dolor, las miserias humanas y el drama de la gente nos hace más sensibles y por eso nos afecta no sólo lo que nos pasa a nosotros y a nuestras familias y a los seres más cercanos, nos afecta también lo que le pasa a la gente en las guerras con armas, o en esta guerra que enfrenta la humanidad; y nos afecta lo que le pasa a la gente en nuestro país, pero también en países lejanos y cercanos, nos afecta lo que le pueda pasar a María Isabel que va a estar sola en su apartamento, seguramente con muchas presiones de trabajo o lo que le pueda estar pasando a Ángela o a Jhoana y a la señora de las fotocopias, al señor de la cafetería de la esquina, a los dueños y trabajadores de las fábricas y almacenes, a la señora que vende medias en la 19, a las trabajadoras sexuales, a las pensionados y los que no alcanzaron pensión, a los habitantes de calle, a las mujeres que pensaron que el sitio más seguro era su casa, pero que en estos días de confinamiento están comprobando que no lo es.

Y en medio de una pandemia, en un mundo que está sin control, usted insiste en tener control sobre todo y sobre todos nosotros y le sigue preocupando más el 2% de ORFEOS en rojo, sigue amenazando con escalar situaciones si no está todo perfecto, en un mundo donde nada es perfecto y menos ahora, sigue queriéndolo controlar todo, aún la hora de almuerzo en nuestras casas, sin importarle que nosotros antes que funcionarios de la Defensoría del Pueblo, somos seres humanos que nos sentimos impotentes, que estamos angustiados, que se está afectando nuestra salud mental porque somos sensibles. En estos momentos todos necesitamos también el apoyo de las compañeras y los compañeros, y necesitamos saber cómo están, cómo les ha ido compartiendo el computador con los hijos y con sus tareas, cómo les ha ido con los oficios de la casa. Doctora, esa es nuestra realidad hoy. Pero, así como ante una pandemia la solidaridad es la que nos salva, esto mismo debe ocurrir en el espacio laboral.

A propósito de lo que acabo de decir, recuerdo un fragmento del poema Piedra de Sol de Octavio Paz que dice: “soy otro cuando soy, los actos míos son más míos si son también de todos, para que pueda ser he de ser otro, salir de mí, buscarme entre los otros, los otros que no son si yo no existo, los otros que me dan plena existencia, no soy, no hay yo, siempre somos nosotros…”

 Bueno, son las 2:48 a.m. y debo tratar de conciliar el sueño, recordando que usted nos dijo que diligenciáramos a las a las 8:00 de la mañana el cuadro de “autocontrol” de las actividades en casa, enviar el informe a las 9:00 a.m. y seguir “cuál si no pasara nada” como dice esa hermosa canción de Pablo Milanés: “y yo sigo aquí cantando cual si no pasara nada”.

Pero antes de irme a dormir y pensando que no sé si vaya a sobrevivir al trabajo en casa, a las reuniones de trabajo, o al coronavirus, no quiero terminar esta carta sin antes decir algo que el desvelo me ha suscitado y es que reconozco en usted una buena administradora de recursos, pero con muy poco sentido de humanidad.

Atentamente,

ALBA NORA ARISTIZÁBAL VARGAS

 

Copia: COMPAÑERAS Y COMPAÑEROS

PD: El tipo de letra utilizado en esta carta fue Trebuchet MS 11 y la hoja está configurada[2].


*Las notas al pie corresponden a la edición del Consejo de Comunicaciones Sindhep para su divulgación vía web (con autorización de su autora), con el propósito de facilitar la lectura para el público en general.

[1] Yazmín Gómez Agudelo, Defensora Regional Caldas.

[2] Lineamientos institucionales para el uso de la imagen y publicaciones.

1 comentario
  1. MARIA GINES QUIÑONES MENESES dice

    Podría decirse que el lugar que menos aplica el respeto por la defensa de los derechos humanos es la Defensoría del Pueblo y mucho menos con sus funcionarios, allí sólo preocupan, los informes, las estadísticas y la pose de defensores. No hay tiempo para cambiar las personas, pero si la posibilidad de no contaminarse, para ello hay que evitar perder la sensibilidad y el sentido de humanidad, mantiendo la firme convicción que son cualidades que enriquecen al ser humano y su relación con los demás

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